Capítulo 5: Estructuras sociales y vida rural medieval en Morés
Tras los episodios de guerra feudal, la destrucción parcial del castillo y la reconfiguración del poder nobiliario, Morés entró en una etapa marcada por la consolidación de la vida rural y el desarrollo de una sociedad estructurada en torno a la tierra. Durante la Edad Media, la villa y su entorno experimentaron profundas transformaciones sociales, económicas y culturales que sentaron las bases del Morés moderno.
La sociedad feudal: nobleza, labradores y mudéjares
La vida en Morés durante la Edad Media giraba alrededor de las grandes casas nobiliarias y los campesinos. Las familias como los Urrea y los Luna controlaban el señorío mediante la posesión de tierras y derechos jurisdiccionales. A su sombra prosperaban los labradores, artesanos y pequeños ganaderos, sujetos a gravámenes y obligaciones militares. Un sector destacado era el de los mudéjares: musulmanes que conservaban sus costumbres, lengua y religión, a cambio de tributos especiales y tareas determinadas, principalmente en el regadío y la artesanía.
La convivencia, aunque nunca exenta de tensiones, favoreció el intercambio cultural y técnico, especialmente en el uso de sistemas hidráulicos, producción agrícola y costumbres cotidianas (vestimenta, alimentación y vivienda).
La organización rural: aldeas, cortijos y comunales
Morés mantenía vínculos con aldeas menores como Purroy y otros núcleos dispersos. La población se asentaba en casas de piedra y adobe, a menudo agrupadas en torno a eras, corrales y huertos. Los comunales (tierras de uso colectivo), los caminos y las acequias eran gestionados por el concejo, que organizaba trabajos de mantenimiento y reparto de recursos. Las juntas vecinales y asambleas tradicionales sirvieron como foro de decisión y resolución de conflictos.
Economía agraria y ganadera
La estructura productiva giraba en torno al cereal (trigo, cebada), viñedo, olivar y huerto de regadío. La ganadería ovina y caprina proporcionaba carne, lana y leche, mientras que la avicultura y el porcino tenían importancia doméstica. El ciclo agrícola marcaba la vida cotidiana: desde la siembra en otoño, la siega en verano, hasta la celebración de fiestas asociadas a la cosecha y la vendimia.
Las mudéjares y cristianos compartían técnicas agrícolas y saberes sobre rotación de cultivos, abonos, manejo de herramientas y uso del agua. Muchos términos usados hoy (como acequia, aljibe, alberca) provienen de este legado común.
Costumbres, tradiciones y vida cotidiana
La villa contaba con una iglesia parroquial donde se celebraban ritos cristianos, junto a pequeñas ermitas o espacios de culto mudéjar en las afueras. El calendario festivo alternaba celebraciones religiosas y cívicas, como ferias, mercados y romerías a ermitas cercanas. Las bodas, bautizos y entierros se realizaban bajo la normativa eclesiástica, pero también incluían elementos populares y supersticiosos propios de la cultura rural aragonesa.
El folklore local se expresaba en la música tradicional (jotas, romances), en danzas y narraciones orales y en un patrimonio gastronómico basado en el pan, aceite, vino y productos hortícolas.
Curiosidades
En muchos documentos medievales aparecen referencias a las “juntas de vecinos” para decidir la reparación de acequias y caminos.
La convivencia con mudéjares permitió la introducción de nuevos cultivos y técnicas de riego, que hoy forman parte del paisaje de Morés.
El reparto de tierras comunales se hacía en ocasiones mediante sorteo, dando origen a expresiones y rituales conservados en la tradición oral.
Nota importante: Este artículo ha sido elaborado con asistencia de inteligencia artificial, utilizando fuentes académicas e institucionales, pero la precisión absoluta no puede garantizarse. Se recomienda consultar archivos y publicaciones especializadas para investigaciones detalladas.
Capítulo 4: El Alba de la Cristiandad — Construcción y Caída del Castillo de Morés
La llegada de los reyes cristianos al valle del Jalón supuso uno de los mayores cambios históricos en Morés. Tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en 1118 y la consolidación del dominio aragonés, Morés se integró en el nuevo orden feudal. Los monarcas y la nobleza impulsaron la construcción de defensas para controlar territorios recién conquistados y garantizar la seguridad de las rutas entre Calatayud y Daroca. Así nació, en lo alto del pueblo, la fortaleza de Morés, símbolo de la nueva etapa cristiana y punto de referencia durante siglos.
Fundación y ubicación estratégica
La documentación no permite datar con exactitud la construcción del castillo, pero los expertos coinciden en situarlo a inicios del siglo XIII, en pleno proceso de repoblación y organización feudal del valle. El “cerro del Castillo” fue elegido por su gran visibilidad y defensa natural: se trata de un promontorio rocoso, dominando el núcleo urbano y las vegas fértiles del Jalón, lo que permitía vigilar comunicaciones y prevenir incursiones enemigas.
Desde el castillo se controlaba el paso de personas y mercancías, además de servir de refugio en tiempos de peligro. Su presencia era tan crucial que, en determinadas ocasiones, decidía el destino político y social de Morés, en función de los intereses de la familia noble que lo detentaba.
Arquitectura: estructura y elementos defensivos
El castillo contaba con una torre principal (torre del homenaje) de planta rectangular, varias estancias anejas y un recinto amurallado que aprovechaba la roca viva. Las murallas, construidas con mampostería de caliza, delimitaban la zona habitable y servían de primera línea defensiva. El acceso estaba protegido por un portillo fortificado y, en los lados más escarpados, la propia pendiente actuaba como defensa natural. Aunque no se han conservado barbacanas completas, los restos muestran la adaptación de técnicas propias del feudalismo aragonés, con cubos semicirculares y refuerzo en las esquinas.
El recinto, aunque modesto en comparación con grandes castillos de la zona, estaba concebido para cumplir funciones tanto militares como administrativas. En su interior, la torre albergaba la residencia del alcaide, una pequeña capilla y espacios para almacén y guarnición. En torno al castillo surgió un pequeño caserío que posteriormente evolucionaría en el núcleo urbano de Morés.
La vida señorial y el entorno social
Durante la Edad Media, el castillo fue centro político y administrativo. Los señores dominaban la vida económica del territorio, imponían impuestos y ejercían la justicia sobre campesinos y habitantes de la villa. Alrededor del recinto se desarrollaron actividades artesanales y de servicio: herrería, almacén de armas, talleres de aperos agrícolas y espacios de reunión para las autoridades locales.
Las familias nobles más importantes en Morés fueron los Urrea y los Luna. Estos linajes protagonizaron frecuentes disputas en toda la comarca, reflejo de la inestabilidad política que caracterizaba Aragón en los siglos XIV y XV. El castillo y la villa cambiaron de manos en varias ocasiones, esperando siempre el favor real y las recompensas de la corona.
El asedio y destrucción en 1411
El castillo de Morés fue escenario de uno de los episodios más importantes de la Edad Media local. En 1411, durante la guerra civil aragonesa que enfrentó a la familia Urrea y los Luna por la sucesión de la Corona, la fortaleza fue asediada por Pedro Jiménez de Urrea y sus aliados. Tras duros enfrentamientos y la conquista del recinto, el castillo fue parcialmente destruido para evitar que pudiese ser reutilizado en futuras revueltas. El suceso marcó no solo el destino de Morés, sino también el declive político-militar del castillo, que nunca volvió a restaurarse plenamente como centro defensivo.
Legado arquitectónico y estado actual
Hoy sólo se conservan ruinas de la torre del homenaje y parte de los muros. Los trabajos arqueológicos realizados en las últimas décadas han permitido conocer mejor la planta y fases constructivas del recinto. Las piedras derruidas de la fortaleza fueron reutilizadas en la construcción de viviendas y edificaciones rurales durante los siglos XVII y XVIII, integrándose en el patrimonio local. El “cerro del Castillo” sigue siendo punto de referencia paisajística y de memoria colectiva para los habitantes de Morés.
Curiosidades
Algunas piedras del castillo llevan marcas de canteros medievales todavía reconocibles y han sido empleadas en casas del casco antiguo.
El asedio de 1411 se inscribe en el conflicto sucesorio aragonés posterior a la muerte de Martín I el Humano.
Las leyendas locales hablan de pasadizos entre el castillo y la iglesia, aunque no han sido confirmados arqueológicamente.
Nota importante: Este artículo ha sido elaborado con asistencia de inteligencia artificial, utilizando fuentes académicas e institucionales, pero la precisión absoluta no puede garantizarse. Se recomienda consultar archivos y publicaciones especializadas para investigaciones detalladas.
Tras el final de la romanización y el lento declive del poder visigodo, Morés pasó a formar parte de la Marca Superior de al-Ándalus a partir del siglo VIII. Bajo la soberanía de la capital cordobesa y, más tarde, de la taifa de Zaragoza, esta tierra experimentó transformaciones en su organización territorial, agricultura y cultura que dejarían huella hasta la actualidad.
La integración en la Marca Superior
Tras la conquista musulmana de la península (711), el valle del Jalón quedó encuadrado en la cororegión de Tudela y Zaragoza. Al-Andalus organizó su territorio en coras, y Morés formó parte de la cora de Zaragoza. El poder central residía en la ciudad, pero el dominio efectivo se ejercía mediante Hisba (inspectores), recaudadores fiscales y guarniciones militares en puntos estratégicos como calzadas y pasos de montaña.
Estructura agraria y riego
Los musulmanes expandieron el uso del riego en el Jalón, construyendo acequias, norias y presas menores. Su sistema hidráulico permitió cultivar huertos de regadío junto al río, así como vigorizó el cultivo de viñas y frutales. Estas obras perduraron siglos y muchas acequias medievales siguen en uso o vestigio en el paisaje.
Toponimia y legado lingüístico
En Morés y su entorno perviven numerosos términos de clara raíz árabe, especialmente vinculados al riego y la agricultura. Palabras como acequia (del árabe hispano [al-sāqiya](pplx://action/translate), “canal de riego”), aljibe (del árabe hispano [al-jubb](pplx://action/translate), “cisterna” o “depósito de agua”), alberca (del árabe hispano [al-barqaʿ](pplx://action/translate), “charca” o “estanque”), azud (del árabe hispano [as-sūd](pplx://action/translate), “presa” o “toma de agua”) y almunia (del árabe hispano [al-munyā](pplx://action/translate), “jardín” o “huerto regado”) revelan la profunda huella andalusí en las infraestructuras hidráulicas y en la toponimia rural. Estos términos describen elementos que aún hoy configuran el paisaje y la economía de Morés.
Patrimonio arquitectónico andalusí
Aunque no se conservan construcciones puramente almohades o califales, algunos tramos de mampostería en muros antiguos y métodos constructivos de la iglesia de la Asunción sugieren reutilización de materiales islámicos. La posición del castillo, con su recinto escalonado, también responde a técnicas defensivas árabes adaptadas a los relieves locales.
Convivencia cultural y pobladores
Durante varios siglos, Morés albergó a cristianos, judíos y musulmanes. La administración califal permitía mantener comunidades cristianas (mozarabes) que rendían tributo pero conservaban su rito. Este mosaico cultural favoreció el intercambio de saberes agrícolas, artesanales y artísticos.
Curiosidades
El término “algibe” que aun se emplea localmente para “depósito de agua” proviene del árabe al-jubb.
Los cereales de regadío introducidos por los musulmanes duplicaron la producción en tierras cercanas al Jalón.
La convivencia trilingüe (árabe, latín vulgar y mozárabe) enriqueció la toponimia y el habla tradicional de la zona.
Nota importante: Este artículo ha sido elaborado con asistencia de inteligencia artificial, utilizando fuentes académicas, institucionales y documentales contrastadas. Aun así, la precisión total de la información no puede garantizarse.
Las fuentes incluyen el Portal de Archivos Españoles (PARES), el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés (SIPCA), el Diccionario de Madoz, archivos municipales y bases de datos académicas.
Este contenido tiene un fin divulgativo y educativo. Se recomienda acudir a las fuentes originales o a estudios especializados para investigaciones detalladas. Cualquier corrección o aportación documentada será bienvenida y actualizada en futuras versiones.
Capítulo 2. El Legado de Roma en el Corazón del Jalón
Tras la caída de Segeda y el fin de la resistencia celtíbera, el valle del Jalón entró en una nueva era: la romanización. Aunque Morés no fue un centro urbano de primer orden, su ubicación estratégica en la vía natural entre la Meseta y el valle del Ebro lo convirtió en un eslabón importante en la red de comunicaciones y explotación económica del Imperio. Durante siglos, la influencia romana dejó huellas profundas en la organización del territorio, la agricultura, el urbanismo y la cultura local.
La conquista y el control del territorio
La conquista romana del valle del Jalón se completó tras la destrucción de Segeda en 152 a.C., tras una larga resistencia que obligó a Roma a reorganizar su calendario (el año comenzó a contarse desde el 1 de enero). Con la pacificación de la región, los romanos establecieron una red de vías que conectaban las principales ciudades del noreste peninsular. Aunque no se ha documentado una vía romana directa por Morés, su cercanía a la calzada que unía Caesaraugusta (Zaragoza) con Segobriga (Cuenca) y Complutum (Alcalá de Henares) sugiere que el término de Morés formaba parte de una ruta secundaria de conexión entre el Sistema Ibérico y el Ebro.
El control del territorio se ejercía desde centros administrativos como Bilbilis (Calatayud), que se convirtió en municipium y núcleo de romanización de toda la comarca. Desde allí, los romanos organizaron la explotación agrícola, el reclutamiento militar y la imposición de impuestos, integrando progresivamente a la población indígena en el sistema imperial.
La romanización de la economía y el paisaje
La economía de Morés y su entorno cambió profundamente con la llegada de Roma. Los romanos introdujeron nuevas técnicas agrícolas: el arado de vertedera, el cultivo en terrazas, el riego canalizado y el uso de abonos. Se intensificó el cultivo de cereales (trigo, cebada), viñas y olivos, que se convertirían en pilares de la economía local durante siglos.
En el valle del Jalón, los romanos aprovecharon los suelos fértiles y el cauce del río para establecer villae —grandes explotaciones agrícolas que combinaban residencia señorial, granjas y talleres. Aunque no se han hallado restos de villae en Morés, la presencia de cerámica romana común (terra sigillata, ánforas de aceite y vino) en el entorno sugiere que el territorio fue parte de esta red de explotación.
Urbanismo y vida cotidiana
La vida cotidiana en la zona de Morés durante la época romana se adaptó a los modelos imperiales. Aunque no existía una ciudad, los asentamientos rurales adoptaron elementos de la cultura romana: el uso del latín, la moneda, la escritura y las costumbres urbanas. Las familias más acomodadas vivían en casas de planta rectangular, con muros de mampostería y suelos de terrazo, mientras que las clases más humildes mantenían estructuras más sencillas.
La religión también cambió: los dioses indígenas se fusionaron con los romanos en un proceso de interpretatio romana. Así, deidades locales como el dios del agua o el del sol se identificaron con Júpiter, Neptuno o Apolo. En el entorno de Morés, aunque no se han encontrado templos, sí hay indicios de cultos rurales en lugares elevados, como el cerro de San Félix, que podría haber tenido un santuario.
El legado de Roma en Morés
El paso de Roma por Morés no dejó grandes monumentos visibles, pero su influencia perdura en aspectos fundamentales: la organización del territorio, el sistema de cultivos, el uso del latín como base del aragonés, y la estructura de las vías de comunicación. Incluso el nombre del río Jalón podría derivar del término latino Saldua o Iallón, aunque esta etimología aún se debate.
La romanización no fue un proceso violento, sino una integración progresiva. Los celtíberos no desaparecieron, sino que se transformaron, adoptando elementos romanos mientras conservaban su identidad. En Morés, como en muchos pueblos del interior, este mestizaje cultural sentó las bases de una comunidad rural resistente, que sobreviviría a los siglos de cambios políticos y sociales.
Curiosidades
El cambio del año nuevo al 1 de enero se debe, en parte, a la necesidad de Roma de organizar mejor las campañas militares tras la rebelión de Segeda.
El término “Jalón” podría derivar del latín Saldua, aunque también hay teorías que lo vinculan con raíces ibéricas o celtíberas.
En Calatayud se han hallado inscripciones romanas que mencionan a veteranos legionarios, lo que sugiere que el asentamiento de Bilbilis fue también un centro de repoblación militar.
Nota importante: Este artículo ha sido elaborado con asistencia de inteligencia artificial, utilizando fuentes académicas, institucionales y documentales contrastadas. Aun así, la precisión total de la información no puede garantizarse.
Las fuentes incluyen el Portal de Archivos Españoles (PARES), el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés (SIPCA), el Diccionario de Madoz, archivos municipales y bases de datos académicas.
Este contenido tiene un fin divulgativo y educativo. Se recomienda acudir a las fuentes originales o a estudios arqueológicos específicos para investigaciones detalladas. Cualquier corrección o aportación documentada será bienvenida y actualizada en futuras versiones.
Capítulo 1. Huella Celtíbera — Los Primeros Habitantes de Morés
Mucho antes de que las calles de Morés acogieran el sonido de la vida moderna, su territorio ya estaba habitado por comunidades que dejaron una huella profunda. Entre la Prehistoria y la Edad del Hierro surgieron los primeros asentamientos humanos en el entorno del río Jalón, y en lo alto del paraje conocido como Cantazorras se levantó un poblado celtíbero que daría nombre al enigmático lugar de Morkes.
El asentamiento de Morkes: el origen de Morés
Según estudios arqueológicos y referencias históricas, los restos del poblado de Morkes se encuentran sobre una elevación que domina el valle del Jalón. Esta posición estratégica permitía controlar las rutas naturales que conectaban, desde tiempos prerromanos, el valle medio del Ebro con la Meseta. Era un enclave de los belos y los titos, pueblos celtíberos que habitaron esta zona del Sistema Ibérico durante los siglos V a II a.C.
La elección del cerro de El Cantazorras no fue casual. Sus condiciones naturales —defensivas, fértiles y con fácil acceso al agua— fueron ideales para el asentamiento humano. A día de hoy, sobreviven fragmentos cerámicos, escorias metálicas y estructuras de piedra que revelan la actividad doméstica y productiva de sus antiguos moradores.
Vida y cultura de los celtíberos del Jalón
Los celtíberos eran expertos en la metalurgia y la cerámica. En la zona de Morés trabajaban el hierro extraído de vetas locales, fabricando armas, herramientas y adornos. Su sociedad se organizaba en clanes o gentilidades, con una clara jerarquía guerrera pero también con estructuras comunales que garantizaban la supervivencia del grupo.
La cultura material hallada en enclaves próximos como Segeda (Mara) o Bílbilis (Calatayud) ayuda a interpretar cómo vivían los habitantes de Morkes. Construyeron casas rectangulares de piedra y adobe, con techos vegetales, hornos de pan y talleres metalúrgicos. La tierra les proveía de cereal, ganado ovino, agua y madera, mientras las colinas del Jalón les daban protección natural.
Morkes en el contexto de la Celtiberia
El valle del Jalón formaba parte de la antigua Celtiberia, una región histórica que abarcaba gran parte del Sistema Ibérico. Morés se situaba en la vertiente más occidental de esta zona, cerca de centros tan importantes como Bilbilis o Segeda, núcleos que jugaron un papel determinante en la resistencia celtíbera frente al avance romano. Es posible que Morkes dependiera de alguno de esos asentamientos principales como plaza menor o comunidad agrícola asociada.
El rastro de Morkes, aunque silencioso, ha perdurado. En lo alto del cerro donde hoy se alza la ermita de San Félix, entre los olivos y la piedra caliza, se siente todavía el eco de aquel pasado. Los arqueólogos consideran que la posición y la disposición del terreno coinciden con la descripción de un oppidum, una aldea fortificada típica de los celtíberos.
Segeda y el inicio de la guerra celtíbera
Pocos kilómetros al noreste de Morés se encontraba Segeda (actual Mara), uno de los oppida celtíberos más importantes del valle del Jalón, perteneciente al pueblo de los belos. Segeda alcanzó un notable desarrollo urbano y político: era capaz de reunir cientos de guerreros y negociar directamente con Roma. Cuando los segedenses comenzaron a ampliar sus murallas en el año 154 a.C., los romanos interpretaron esta acción como una amenaza directa y decidieron declarar la guerra. El conflicto desencadenado en Segeda marcó el inicio de las Guerras Celtibéricas, enfrentamientos largos y sangrientos que acabarían con la independencia de los pueblos celtíberos y la romanización definitiva de la región.
El calendario y el año nuevo romano
La importancia de Segeda fue tal que su resistencia provocó un cambio histórico: hasta entonces, el año político romano comenzaba el 1 de marzo. Al tener que movilizar sus tropas para responder a la rebelión celtíbera, el Senado romano decidió adelantar la fecha de inicio del año al 1 de enero —una medida que facilitaba la organización militar y administrativa. A partir de entonces, el calendario romano modificó una tradición ancestral, un reflejo de cómo los acontecimientos en tierras aragonesas influyeron en todo el Imperio.
Así, Morés y su entorno participan no solo en la historia local, sino también en acontecimientos que impactaron la cultura europea durante siglos.
Morés, memoria de una raíz milenaria
La continuidad del poblamiento en Morés sugiere que, con el paso de los siglos, la vida nunca llegó a desaparecer por completo de estas tierras. El topónimo “Morkes” pudo transformarse fonéticamente en “Morés”, como ocurre con otros nombres antiguos adaptados al romance aragonés. Así, el pueblo actual sería la herencia directa de un enclave celtíbero que sobrevivió, se romanizó y evolucionó hasta llegar a los días modernos.
Hoy en día, el visitante puede conocer este pasado paseando por los alrededores de la ermita de San Félix, donde el paisaje y la historia se entrelazan. Es un punto privilegiado para contemplar el valle, imaginar los senderos antiguos y sentir cómo la memoria del tiempo aún respira entre las piedras.
Curiosidades
El topónimo "Morkes" comparte raíz con voces celtíberas relacionadas con la piedra o las alturas, lo que refuerza la idea de un “pueblo en lo alto”.
En las excavaciones de la comarca de Calatayud se han hallado restos de hornos domésticos similares a los documentados en yacimientos celtíberos más al norte.
El entorno de Morés conserva alineaciones rocosas naturales que probablemente sirvieron como límites simbólicos o sagrados de aquel primitivo poblado.
Nota importante: Este artículo ha sido elaborado con asistencia de inteligencia artificial, utilizando fuentes académicas, institucionales y documentales contrastadas. Aun así, la precisión total de la información no puede garantizarse.
Las fuentes incluyen el Portal de Archivos Españoles (PARES), el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés (SIPCA), el Diccionario de Madoz, archivos municipales y bases de datos académicas.
Este contenido tiene un fin divulgativo y educativo. Se recomienda acudir a las fuentes originales o a estudios arqueológicos específicos para investigaciones detalladas. Cualquier corrección o aportación documentada será bienvenida y actualizada en futuras versiones.
Bienvenidos a esta serie sobre Morés, un pueblo con una historia rica que abarca desde sus primeros asentamientos hasta los retos del siglo XXI.
Primeros habitantes y el poblado celtíbero de Morkes: Morés fue habitado desde la Prehistoria, destacando el poblado celtíbero de Morkes, un enclave defensivo que nos habla de la presencia de culturas indígenas y su modo de vida en tiempos antiguos.
La romanización y la importancia del valle del Jalón: Con la llegada de Roma, el valle del Jalón se integró en importantes rutas comerciales y administrativas, influyendo en la economía y el urbanismo local.
La influencia musulmana y su legado cultural: Durante la época andalusí, Morés formó parte de la Marca Superior, dejando huellas en la toponimia, el urbanismo y la cultura local.
La reconquista cristiana y la fundación del castillo: Tras la conquista cristiana, se establecieron señoríos y se fundó el castillo de Morés, símbolo de la nueva autoridad y poder en la zona.
Estructuras sociales y vida rural medieval: La sociedad se organizó en torno a familias nobles y una economía agraria basada en cultivos y ganadería, con una convivencia compleja entre cristianos y mudéjares.
Familias nobles Urrea y Luna: Estas dinastías dominaron Morés durante la Edad Media, protagonizando luchas nobiliarias y dejando un legado arquitectónico y social.
El auge y caída del castillo: En 1411 el castillo fue destruido en un conflicto dinástico, marcando el fin de su papel militar y el inicio de cambios en la propiedad territorial.
Convivencia morisca en la Edad Moderna: Morés fue uno de los núcleos donde moriscos y cristianos convivieron durante siglos, contribuyendo a una cultura diversa.
Expulsión de los moriscos y consecuencias: En 1610, la expulsión supuso una pérdida demográfica y social significativa, que cambió para siempre la fisonomía del pueblo.
Vida religiosa y tradiciones: Iglesias, ermitas y celebraciones religiosas conforman un patrimonio vivo que refleja la espiritualidad y cultura local.
Siglos XVII-XVIII: repoblación y economía: Tras la expulsión, el pueblo se repobló y evolucionó con una economía basada en la agricultura y actividades artesanales.
Personajes destacados: Entre ellos, Faustino Sancho y Gil, político y orador que dejó huella en la historia local y regional.
Cambios sociales y económicos en los siglos XIX y XX: Morés experimentó con la llegada del ferrocarril, modernizaciones, y los golpes de las guerras que marcaron España.
Ferrocarril y modernización: En 1863, la conexión ferroviaria transformó comunicaciones y vida económica, acercando Morés a grandes mercados.
Guerra Civil y repercusiones: El conflicto impactó social y económicamente al pueblo, dejando heridas difíciles de cerrar.
Éxodo rural y transformación social: La emigración a ciudades provocó un importante descenso poblacional y modificación del tejido social.
Fiestas y memoria colectiva: Las tradiciones se mantienen vivas, parte esencial de la identidad morensana.
Morés y Purroy: La fusión municipal con Purroy amplió y reforzó la comunidad local.
Patrimonio arquitectónico y arqueológico: Restos del castillo, ermitas y el poblado celtíbero son testigos de un rico legado cultural.
Morés en el siglo XXI: Retos demográficos y oportunidades turísticas configuran un futuro esperanzador para el municipio.
Nota importante: Esta serie de artículos sobre la historia de Morés ha sido elaborada con asistencia de inteligencia artificial, utilizando como base fuentes documentales, archivos históricos, publicaciones académicas y recursos digitales disponibles públicamente.
Las fuentes principales consultadas incluyen el Portal de Archivos Españoles (PARES), el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés (SIPCA), el Diccionario de Madoz, archivos de la Institución Fernando el Católico (IFC), publicaciones del Ayuntamiento de Morés, y diversas fuentes académicas especializadas en historia aragonesa.
Aunque se ha realizado un esfuerzo riguroso por contrastar la información y citar las fuentes apropiadas, la exactitud al 100% no puede garantizarse. Se recomienda a los lectores interesados en investigación académica o genealógica que consulten directamente las fuentes originales y archivos históricos para verificar datos específicos.
Los contenidos tienen fines divulgativos e informativos, y cualquier error u omisión será corregido tan pronto como sea identificado.
Sin duda alguna, el moresano mas ilustre de todos los tiempos. Distinguido literato, orador y elocuente político. Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras y miembro de la Academia de Legislación y Jurisprudencia de Madrid, fue siempre republicano, adscrito a la rama Zorrillista. Nació en la Villa de Morés el 10 de Febrero de 1.850 y murió en Epila el 29 de noviembre de 1.896 Sus restos mortales descansan en el panteón familiar situado en la ermita de San Antonio de Morés.
Estudió las primeras letras en la escuela del pueblo, dirigida por D. Manuel Arévalo, uno de los maestros de niños más expertos de Aragón; la segunda enseñanza la realizo en el colegio fundado en Mataró por D. Hermenegildo Coll de Valldemia, predicador de los que más han ilustrado el púlpito moderno, sin igual panegirista de Balmes. Graduóse de bachiller en artes en el Instituto de Barcelona, mereciendo sus ejercicios un entusiasta aplauso del humanista D. José Coll i Vení, á la sazón profesor de retórica en aquel centro de enseñanza.
Estas honrosas distinciones, concedidas al mérito y á la aplicación nada comunes del joven Sancho, repitiéronse en los labios de los profesores que desde 1865 á 1870 ocupaban los sillones del magisterio oficial de las facultades de Derecho y de Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. En la moderna heredera de la complutense cursó dichos estudios, hasta el grado de licenciado en la primera de las aludidas ciencias y de doctor en las segundas, con la brillantez y el entusiasmo que acreditan las honrosísimas calificaciones que le fueron concedidas en la prueba de las asignaturas y en los exámenes de grados.
Hacía el año 1.870, ingresó en la Academia matritense de Legislación y Jurisprudencia.
Los escaños del salón de la vieja casa de la calle de la Montera, dieron el motivo á D. Faustino Sancho y Gil para que revelase sus facultades de orador y sus conocimientos científicos y literarios en los discursos que pronunció sobre el socialismo, los derechos de los hijos sacrílegos en la sucesión de los ascendientes, los sistemas penitenciarios, la intervención, y sobre las prendas morales é intelectuales del insigne patricio D. Joaquín María López. Por su inteligencia y por su celo obtuvo Sancho de sus consocios, en sucesivas elecciones de la Academia, los cargos de Presidente de la Sección de Derecho Político y vocal de las juntas directivas presididas por los Excmos. Sres. D. Cirilo Álvarez, D. José Moreno Nieto y D. Eugenio Montero
Ríos.
Sus discursos sobre “la libertad de imprenta” y sobre “el divorcio”, le valieron para una mención honorífica, la vicepresidencia de la Sección de Derecho Político y el titulo de Socio Profesor antes de cumplir el plazo reglamentario. A la vez que á estos trabajos especulativos se consagró á los prácticos del jurisconsulto en el bufete de D. Estanislao Figueras, de quien fue pasante en 1871 y 1872.
Con más afición á las letras que á las instituciones de Justiniano, se dedicó con fervor á cultivar aquellas, para las que dió muestras de relevantes aptitudes en 1870, cuando un público numerosísimo, reunido en los
salones del Ateneo Mercantil de Madrid, aplaudía con frenesí las lecciones que D. Faustino Sancho y Gil daba sobre el Renacimiento. A su cargo corrió algún tiempo la Cátedra de Historia Universal de D. Fernando de Castro, y fué jurado de exámenes en la Universidad Central, contando apenas 21 años.
Restituido á Zaragoza el año 1.878, en las veladas literarias del Casino Principal y en la sección de literatura del Ateneo, que presidio tres veces, afianzó su fama de orador grandilocuente y florido. Y en la prensa zaragozana, de escritor elegante y erudito de selecta lectura. Los que tuvieron la dicha de escucharle, recordaron durante tiempo la fascinación que produjo en su auditorio la noche en que reveló en Zaragoza sus dotes oratorias disertando sobre Mahoma, y la tarde en que, en un “meeting” abolicionista, celebrado en el Teatro de Novedades, combatió la esclavitud. Cuantos hayan leído cualquiera de sus muchos estudios críticos ó de amena literatura que á la continua aparecen en revistas y periódicos diarios, habrán admirado su estilo fácil, su galanura, su amenidad, á la par que su exquisito juicio, su buen gusto, su privilegiado empirismo. Un respetable escritor, en una de las más conocidas publicaciones madrileñas, juzgando una obra suya, expresaba de este modo: «el Sr. Sancho y Gil pone en relieve las cualidades que más le distinguen y que no siempre suelen verse reunidas en un solo escritor, son á saber, la crítica aguda, observadora, severa y sutil de los hijos del Norte y la imaginación fecunda, espléndida y exuberante, propia de los hijos del Mediodía» «Añádase á esto una erudición de las más copiosas, un gusto de los más delicados y un amor al arte de los más fervorosos, y nadie dejará de lamentar que el Sr. Sancho y Gil prefiera los gratos, pero oscuros lauros de las Academias, á los resonantes y apetecibles triunfos que se conquistan ante la opinión pública»
De ánimo levantado y corazón generoso, sensible á los goces de la amistad, agradecido y modesto, leal en sus acciones, severo en el cumplimiento de sus deberes, D. Faustino Sancho y Gil atravesó la aciaga época del cólera de 1885, que tan duramente azotó á esta provincia, ejerciendo el aludido cargo, pródigo de actividad y de abnegación, atendiendo con ejemplar celo á todos los pueblos que eran víctimas de la cruel enfermedad y formando en primera fila entre los que en la capital combatían con éxito el desarrollo epidémico. Tan notorios servicios merecieron le el ser propuesto para la Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de Beneficencia.
D. Faustino Sancho y Gil obtuvo por dos veces los sufragios de sus paisanos del distrito de Calatayud-Ateca para representarles en la Diputación Provincial, de la que fue vicepresidente de su Comisión Permanente ó Provincial. Presidio el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Zaragoza; fue académico honorario de la Jurídico Práctica Aragonesa, correspondiente de la de Granada, miembro laureado y protector de la de Mont-Real, de Toulouse, individuo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Aragón, correspondiente de la Real Academia de la Historia, individuo de la Comisión de Cronistas, miembro y vicepresidente de sección del Jurado de la Exposición Aragonesa de 1.885 y propuesto para Arcade de Roma. Entre sus honores cuenta los de Comendador de Primera Clase de la Orden de Caballeros Salvadores de los Alpes marítimos y de la Cruz blanca académica de Italia.
Sus principales obras publicadas, son las siguientes:
EL RENACIMIENTO. Madrid: Imprenta de E. de la Riva, 1871. (Lecciones pronunciadas en el Ateneo Mercantil de Madrid y publicadas por esta asociación)
ELOGIO DE D. JOAQUIN MARÍA LÓPEZ. Publicado en la Revista de la Academia de jurisprudencia y legislación, 1.875 (Conferencia dada en dicha Academia)
MURILLO: SU VIDA. Publicado en la Revista de España, 1.875
ESPRONCEDA: SU VIDA. Publicado en la Revista de Aragón, 1.879
LUCAS JORDAN: APUNTES PARA UN ESTUDIO DE SU VIDA. Publicado en la Revista de Aragón, 1.880
LA BELLA JARDINERA. Novela por Abelardo Rosa (pseudómino) Sevilla, 1.877
MEMORIA LEÍDA EN LA FIESTA LITERARIA DE LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA. Publicada en el libro: «Certamen literario celebrado en Zaragoza en 25 de Mayo de 1.881, para solemnizar el segundo centenario del ilustre poeta español, D. Pedro Calderón de la Barca» Zaragoza: imprenta del Hospicio, 1.881
EL TEATRO DE ECHEGARAY. Zaragoza: imprenta de T. León, 1.82. (Discurso pronunciado en el Ateneo de Zaragoza, resumiendo la discusión habida sobre dicho tema en la sección de literatura)
DISCURSO SOBRE VICENTE ESPINEL. Pronunciado en una fiesta del Liceo de Málaga el año 1.877, é impreso en un periódico de la localidad.
DISCURSO PRONUNCIADO EN LA SESIÓN CELEBRADA POR EL ATENEO CIENTÍFICO, LITERARIO Y ARTÍSTICO DE ZARAGOZA, (para la distribución de premios concedidos en el certamen de 1884, en la noche del 17 de Octubre del mismo año) Impreso en el libro: «Certamen científico y literario convocado por el Ateneo de Zaragoza, y celebrado en la misma ciudad el 17 de Octubre de 1.884» Zaragoza: Imp. del Hospicio Provincial, 1.885
ENRIQUE JÁCOME Y BRECA, EL DE LAS MARINAS. Zaragoza: imprenta de “La Derecha”, 1.885. (Memoria premiada por la Academia de ciencias y letras, de Cádiz)
ELOGIO DE LOPE DE VEGA. Zaragoza: imprenta de “La Derecha”, 1.885. (Artículo laureado por la Academia Mont-Real, de Toulouse)
D. DIEGO HURTADO DE MENDOZA: SU VIDA, SUS OBRAS. Zaragoza: imprenta del Hospicio Provincial, 1.885. (Discurso leído con motivo de la apertura de las cátedras del Ateneo científico, literario y artístico de Zaragoza, el 2 de Diciembre de 1.885, por su presidente D. Faustino Sancho y Gil)
Biblioteca de escritores aragoneses. Sección literaria. Tomo IV.-- «Diccionario de voces aragonesas, precedido de una introducción filológico-histórica», por D. Gerónimo Borao; 2ª edición, aumentada y corregida. Zaragoza: imprenta del Hospicio provincial, 1.885 – PRÓLOGO de D. Faustino Sancho y Gil, CLIX páginas. I. Homenaje á Aragón: II. D. Gerónimo Borao y Clemente: III. Diccionario de voces Aragonesas.-- Notas, desde la página 360 á la 380.
Discurso de inauguración del Congreso nacional de agricultores, celebrado en Zaragoza, año de 1.885, por el presidente de la comisión ejecutiva, D. Faustino Sancho y Gil. Impreso en el libro: «Trabajos del Congreso nacional de agricultores, celebrado en Zaragoza en el mes de Octubre de 1885» Zaragoza: Imp. del Hospicio Provincial, 1.885
ELOGIOS DE BRETÓN DE LOS HERREROS. Zaragoza: Imp. de “La Derecha”, 1.886
CRÓNICAS DEL FUNERAL DE D. FAUSTINO SANCHO Y GIL
La ermita de San Antonio sé construyó a expensas de la familia Sancho y Gil con la intención de que sirviera de panteón familiar, como así ocurrió, pues en su cripta reposan varios miembros de la citada familia, entre ellos Faustino Sancho y Gil, cuyos restos se exhumaron el 14 de noviembre de 1.910 en Épila, llegando el féretro a Morés en tren, al día siguiente.
El corresponsal también relataba el traslado de los restos de D. Faustino Sancho y Gil a Morés. Así el día 14 de noviembre, previa autorización de las autoridades, se había llevado a cabo en Épila la exhumación del cadáver de D. Faustino Sancho y Gil, en una ceremonia presidida por su hijo D. Gonzalo Sancho Muñoz, D. Carlos Lorea, beneficiado del Pilar y capellán de la familia, D. Enrique Velilla, D. Pedro Bergua, D. Ignacio Agüero, amigos íntimos de la familia y diferentes personalidades de Épila. Una vez exhumado el cadáver, se cambió de féretro, se rezó un responso y fue trasladado a la estación ferroviaria a hombros de cuatro jornaleros de Morés, antiguos servidores de la casa de Dña. Francisca Gil. El féretro se colocó en un vagón cerrado, en espera del tren que debía conducirle a Morés.
D. Narciso Herrero firmó en Morés otra crónica el 16 de noviembre, que fue publicada en La Correspondencia de Aragón, periódico republicano radical de Zaragoza el día 18, en la que se hacía eco del traslado de los restos de D. Faustino Sancho y Gil a Morés, desde La Viñaza (Épila), donde se había llevado a cabo la exhumación, colocándose en el féretro una corona con «sentida dedicatoria» El día 15 fue trasladado desde La Viñaza a la estación de Epila, siendo acompañado por epilenses de todas las clases sociales. El mismo día llegó a la estación de Morés. Allí estaban D. Fernando Sancho Muñoz, su segundo hijo, D. Joaquín Larriba, D. Ignacio Garchitorena, D. Justiniano Gaspar, D. Daniel Marco, la Corporación Municipal, presidida por el alcalde D. Antonio Serrano, D. Timoteo Ortiz, juez municipal, D. Manuel y D. Rafael Giménez, D. Ezequiel Todo, numerosos parientes de la familia, D. Antonio Sangrós, administrador general de la casa Sancho y Gil, D. Francisco Francés, D. Narciso Herrero, D. Roque Gasca (hijo), D. Silvestre Pola, D. Pablo Pascual, D. Quinciano Yarza, D. Ángel Irigoyen, y otros muchos que el corresponsal decía no recordar. También estaban presentes D. Manuel Trigo y Dña. Dionisia Nieves Gracia, con los niños y niñas de sus respectivas escuelas de primera enseñanza, además de los jornaleros, operarios y servidumbre de la familia
A la llegada del tren mixto, se separó el vagón del convoy, se abrió y se extrajo el féretro que llevaba una corona a la cabecera, dedicada por la madre de D. Faustino Sancho y Gil, Dña. Francisca Gil de la Riva. D.
Carlos Lorea rezó un responso y a continuación la comitiva se puso en marcha. Delante iban los niños, seguidos por el féretro, llevado por criados de la casa. El duelo estaba presidido por D Carlos Lorea y por D. Gonzalo y D. Fernando Sancho Muñoz. D. Narciso Herrero escribía que en el rostro de todos los allí presentes se reflejaba «una mezcla de dolor y satisfacción al ver ya realizados los justos y unánimes deseos de tener ya con nosotros los restos de aquel que tantos cariños, respetos y admiración supo conquistar en el pueblo que le vio nacer. »
D. Pascual, en Heraldo de Aragón, refería que en las afueras del pueblo aguardaban a la comitiva el clero parroquial, con cruz alzada, reforzado por los sacerdotes de Sabiñan, Viver de la Sierra, Sestrica, Illueca, Brea, Purroy y Villanueva de Chodes. La comitiva siguió por la calle Baja, plaza de la Constitución y calles de Sancho y Gil y Monares, hasta la ermita de San Antonio de Padua. El féretro fue bajado a la cripta de la ermita donde se encontraba el panteón familiar y donde fue enterrado. Celebró misa D. Cosme Olloqui, párroco de Morés, asistido por los curas de Viver y Purroy. Por la noche celebró una misa rezada D. Carlos Lorea.
Este artículo fue visto en el antiguo foro de Morés.
(Extracto del libro "Parroquia de Morés, Museo Parroquial" escrito por Florentino Nonay Raga)
La iglesia parroquial, dedicada a la Asunción de la Virgen a mitad de trayecto entre la ribera y la montaña, es de finales del Siglo XVIII.
Su planta es barroca, rectangular y tres naves, separadas por pilastras cruciformes corintias y cubiertas con bóveda de cañón. El crucero de la nave central está cubierto con una cúpula semiesférica, apoyada sobre pechinas.
Adosadas al presbiterio se encuentran dos sacristías, hoy habilitadas para museo y adosada al mismo por la parte posterior se encuentra la torre. Esta tiene dos cuerpos construídos de ladrillo macizo. El inferior de la planta es cuadrado, y el superior octogonal en el que están alojadas las campanas. El coro se sitúa en la primera planta encima de la entrada principal.
El estado actual del templo es de una restauración reciente en todos los aspectos, tanto de las distintas partes del edificio, cimientos, fachadas, tejados, torres, pintura, etc., como en la restauración de todo su contenido sacro, destinado al culto a lo largo de los siglos. El proceso de restauración se inición en 1997 y concluyó en 2002, celebrando el fin de las obras el 30 de Mayo de dicho año, en la misa solemne de la fiesta del Patrón San Félix, presidida por el Obispo de la diócesis D. Carmelo Borobia Isasa.
Casi todo el contenido del templo es anterior a su construcción. Los datos que encontramos tanto en las pinturas de los altares que no tienen que ver con la imagen que hor contienen, como inscripciones de objetos de culto que conservamos, hacen referencia a San Francisco o santos franciscanos y testifican, con certeza que previamente a la iglesia actual existió un convento franciscano que atendió el culto del pueblo y fue fuente de espiritualidad profunda de cuyas rentas aún vivimos nosotros.
Tenemos pocos datos de los pontífices de este periodo. Nuestro santo es el primer Papa con este nombre y su pontificado se sitúa entre los años 269-374. Romano de nacimiento, hijo de Constancio, sucede en la sede de Pedro a San Dionisio. En la lista de los papas hace el número 28.
Su actividad se distingue, sobre todo, por su esfuerzo en la lucha contra la herejía de Pablo Samosata, obispo de Antioquia, quien además de ser un hombre de vida relajada, negaba la humanidad de Jesucristo. Es decir que el Hijo de Dios se había hecho hombre en el seno de María. Su encarnación habría sido no una realidad sino una especie de simulacro.
Su antecesor, San Dionisio, en una carta al Sínodo de Antioquia, reunido para estudiar el tema, define al mencionado hereje tomo “un hombre orgulloso, que busca el fausto y la arrogancia. Que le gusta exhibirse por los foros con gran pompa y rodeado de esclavos y aduladores. Dice que el Hijo de Dios no bajó del cielo y que Jesús era un hombre cualquiera”. Y le pregunta el Papa en dicho documento: “¿Cómo puede un hombre así predicar a Jesucristo si vive rodado de las delicias del mundo?”. Dicho documento demuestra no sólo la condición del hereje sino a qué situación estaba llegando la Iglesia en Antioquia.
Cuando el documento llega al Sínodo de Antioquia el Papa San Dionisio ha muerto o está a punto de morir. San Félix le sucede y debe afrontar con valentía y urgencia la difícil situación de la Iglesia que se encuentra en una reflexión profunda para definir el dogma cristiano. Se conserva un fragmento de una carta suya en la que afronta la doble naturaleza de Jesús y su única persona divina: “el Hijo de Dios no escogió a un hombre para asociarlo de modo que haya dos personas en Jesucristo. El verbo, Dios perfecto, al encarnarse en el Seno de la Virgen Maria se hizo hombre perfecto”. Su carta se leerá más tarde en el Concilio de Éfeso en el año 431, como un documento de autoridad para definir el credo y terminar con las controversias dogmáticas sobre la Persona de Jesús.
También dio normas sobre la manera de celebrar La Eucaristía, la consagración de los altares, el modo del culto y otras referentes a la veneración de los mártires y sus reliquias.
La tradición sobre su muerte es doble; unos historiadores afirman que murió mártir en la persecución del Emperador Aurelio, 274-275, situando su sepulcro en la Vía Aurelia a dos millas de Roma. Otros creen que este martirio corresponde al Papa Félix II, y que nuestro Santo no murió mártir, y su cuerpo descansa con los demás papas en el cementerio de San Calixto, celebrándose su fiesta el 30 de Mayo. Esta segunda versión parece que tiene más posibilidades de ser auténtica, si bien se le consideraría mártir por lo mucho que sufrió en las controversias en torno a la persona de Jesús y su divinidad, con su esfuerzo por desvanecer las primeras herejías en torno a Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre.
SAN FELIX Y MORÉS
No es frecuente encontrar como patrón de un pueblo a un santo que se ha distinguido por las cuestiones teológicas. Normalmente la devoción popular se ha alimentado de santos más vinculados a la salud a las cosechas, al “milagro”. Tampoco sabemos a partir de cuando se inició en nuestro pueblo la devoción a San Félix y desde cuando es venerado como nuestro Patrón. Lo más probable es que a través de algún personaje oriundo de nuestro pueblo, obispo quizá, llegara aquí la reliquia del Santo que veneramos y que a partir de ese momento se extendiera su devoción aquí y en los pueblo del entorno.
¿Cuándo? Como ya hemos dicho no es posible saberlo con exactitud pero sí podemos acercamos lo más posible. En una tabla de estilo gótico que estaba en uno de los trasteros de nuestra iglesia y que ahora estamos restaurando, aparece una imagen de San Félix que se ve con toda claridad y otra de San Miguel que apenas se distingue. Dicha tabla tendríamos que situarla en los años mil trescientos, es decir, siglo XIV, y pudo pertenecer, con bastante probabilidad al retablo de una iglesia primitiva, más pequeña que la actual pero situada en el mismo lugar.
En la Capilla Sixtina se halla una pintura de San Félix I de características muy similares a las de la tabla mencionada. Pero ésta pertenece a Domenico Ghirlandaio, pintor que vivió entre los años 1449-1494 por lo tanto cien años después de la pintura que nosotros poseemos y no puede estar influenciada por ellas. Podría ser que las dos estuvieran inspiradas en algún autor anterior.
Un momento de especial importancia y que puede marcar el esplendor de la devoción al Santo, y en el que, sin duda, ya se le veneraba como patrón es el de la construcción de la ermita, un conjunto de gran valor sobre todo por su pintura mozárabe.
Según aparece allí fue mandada construir por los cofrades Félix Gil e hijos y sus asistentes. Es de suponer que se refiera al prior y mayordomos de la cofradía del Santo que ya existía y que tenía que ser fuerte para arremeter una obra de estas dimensiones. D. Diego González dio el encargo de la pintura a Miguel y Fernando Ponce quienes terminaron el encargo en 1699.
La pintura, propia del estilo mozárabe, es una combinación recargada, en tonos grises oscuros, en la que se armonizan los elementos de la naturaleza, (plantas, frutas, animales) con escenas de tipo mitológico, (cacerías, ángeles de formas un poco raras, sirenas...) y con otros elementos de tipo religioso, (el ciervo, símbolo de la búsqueda de Dios, y el pavo real, símbolo de la inmortalidad) pero sin elementos cristianos específicos.
La pintura del Santo que preside el retablo del altar es un lienzo de autor anónimo que se terminó de pintar el 23 de julio de 1698, un año antes de terminar la ermita, y se costeó con limosnas de los fieles. Está colocada sobre un retablo de tipo renacentista-plateresco, que tiene en la base pinturas de S. Roque, S. Jorge. Santiago y ¿S. Agustín? y en el centro de la base el martirio del Santo. Está rematado en la parte superior por un calvario, Cristo crucificado, la Virgen y San Juan.
La peana del Santo, recientemente hemos restaurado, tendríamos que situarlo en un tiempo muy próximo a esta fecha. Es un bello conjunto de columnas salomónicas que está en el enclave de los siglos XVII-XVIII.
Así las cosas podemos asegurar que en los años mil trescientos S. Félix ya tenía en este pueblo una iglesia o al menos un altar de tipo gótico en el que era venerado. Y que en el siglo XVII su devoción tiene gran esplendor. Existe una cofradía y se construyen la ermita y la peana. Es de suponer que entonces ya era venerado como el Patrón de Morés.
CONTINUANDO SU OBRA FIELES A SU DEVOCIÓN
La pequeña historia con la que nos encontramos en estas líneas es para todos los vecinos de nuestro pueblo Morés un compromiso de fidelidad y actualización.
Si San Félix fue un defensor de Cristo en su doble naturaleza, humana y divina en una misma persona divina, y esta defensa le llevó a dar la vida por Jesús y a ser elegido el Patrón de nuestro pueblo nosotros tenemos el compromiso en fidelidad de vivir y actualizar todo lo que este misterio significa.
Y significa, en primer lugar, un apasionamiento por la Persona de Jesús, el hombre intenso y total, y el Hijo de Dios que nos marca el camino que lleva a la vida en su forma más plena. Un camino que nos ha de seducir y que hemos de saber transmitir especialmente a nuestros niños y jóvenes.
Y significa, también, un compromiso por el hombre. Si Jesús es verdadero hombre, el hombre es elevado a la condición de Dios. Así rezamos en la oración del día de Navidad cuando este misterio que defendió nuestro Santo se hace visible en la tierra. No son verdades teóricas sino una forma muy concreta de concebir al hombre, que no puede ser superada. Y esta realidad es fundamental en un mundo como el nuestro en el que el hombre está siendo tan pisoteado y la vida tiene tan poco valor. Un mundo que con lenguajes tan sugestivos como “bienestar” y “derechos humanos” reduce al hombre a un mero objeto de producción y consumo, sujeto a toda clase de manipulación.
Por eso terminamos este pequeño recorrido histórico sobre la vida de San Félix y nuestro pueblo acogiéndonos a su protección:
Oh Dios, que hiciste
de nuestro Patrón, San Félix,
un defensor insigne de la humanidad
de tu Hijo, Jesús.
Concédenos, por su intercesión,
que cuantos confesamos a tu Hijo
como verdadero Dios y verdadero hombre
participemos ya en este mundo
de su condición divina.
AMEN